lunes, 25 de marzo de 2013

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos y, asimismo, la capacidad para saberlos manejar (GOLEMAN, D (1996): La inteligencia emocional. Ed. Kairós). ¿Por qué es tan importante desarrollarla y crear espacios en el mundo de la educación con los estudiantes? Porque todos hemos convivido situaciones sociales y profesionales donde dicha inteligencia emocional no se ha sabido aplicar de manera adecuada, dando lugar a conflictos o a no lograr los objetivos deseados.
En el caso de la docencia, muchos de nosotros, los profesores, nos hemos empecinado en intentar enseñar en clase tal o cual contenido, pero la sesión ha sido un verdadero desastre porque no hemos sido permeables y sensibles a los estados emocionales de nuestros estudiantes, con la frustrante consecuencia de que esa sesión no ha sido fructífera.
Por lo tanto, ¿cómo vamos a motivar a los alumnos si no "escuchamos el latido del corazón de la clase"? ¿Qué habilidades prácticas debemos conocer y fomentar en nuestros estudiantes para reconocer los sentimientos propios y ajenos y crear el mejor ambiente posible para el aprendizaje?

Según los especialistas en esta materia, debemos considerar grosso modo estas cinco habilidades: autoconocimiento, autocontrol, motivación, empatía y las habilidades sociales.
Así pues, hemos de formentar en ellos que sean capaces de reconocer sus deseos, sus sentimientos y estados anímicos mientras ocurren; además, han de ser capaces de dominar o manejar una emoción negativa (saber gestionarla, no reprimirla), dicho de otra manera, saber responder adecuadamente ante los cambios del entorno y mantener armonía en las relaciones ínterpersonales o para trabajar eficientemente.
También hemos de tener en cuenta la motivación, a saber, la energía que nos permite llegar a donde nos proponemos, hemos de formentarla haciendo que los estudiantes la busquen en su interior y enseñarles a cultivar cierta capacidad para la resistencia a la frustración y a tener paciencia (los logros y resultados no son inmediatos); por otro lado, es necesario saber ponerse en el lugar del otro (empatía), saber reconocer lo que está sintiendo el otro y saber reaccionar adecuadamente; la última habilidad estaría relacionada con el liderazgo, el trabajo en equipo, la capacidad en persuadir, la capacidad de cooperación...

Por todo ello, los profesores no podemos centrarnos exclusivamente en propiciar espacios y tiempos para aprender contenidos, hemos de procurarles los mismos espacios y tiempos para desarrollar su inteligencia emocional.


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